lunes, 24 de noviembre de 2014

Los adictos al poder

Los líderes adictos al poder son fáciles de detectar. Externamente, son enérgicos y mantienen una actitud amablemente vigilante sobre los empleados. Interiormente, sin embargo, esta apariencia es a menudo un juego de poder encubierto.
La forma de vivir para tal líder es siempre en estado de alerta y a la defensiva, en una serie de maniobras competitivas. Cuando llegan a altos puestos, empiezan a abusar de su poder y si sus opiniones son rechazadas o si perciben alguna amenaza en su territorio, no tiene escrúpulos y comienzan a perder los "estribos". Incluso hasta sus empleado empiezan a dudar de su estabilidad y coherencia. No resulta sorprendente, con esto, que en organizaciones dirigidas por líderes adictos al poder cree paranoias y miedos. Hay un buen libro de Peter M. Senge, La quinta disciplina, donde señala: «Sean cuales fueren las razones, no procuramos el desarrollo emocional con la misma intensidad con que procuramos el desarrollo físico e intelectual. Es lamentable, pues el desarrollo emocional ofrece la palanca más potente para alcanzar nuestro pleno potencial.» Sin duda alguna, hay algo de verdad en ello.
Al pionero teórico de los motores de la motivación, David McClelland, ya fallecido, se lo conoce, esencialmente, por su modelo de motivación basado en las necesidades. Dicho modelo identifica nuestras necesidades de poder, logro y afiliación como los tres ejes fundamentales de la motivación humana. La teoría describe que todos estamos motivados en distintos grados por esas necesidades. En el entorno organizacional, la mezcla de estas necesidades está claramente relacionada con el estilo y el comportamiento de un líder. McClelland afirma que, «[…] aunque las personas con necesidad de poder se sienten atraídas por el rol de liderazgo, es posible que no posean la flexibilidad y las habilidades necesarias para dirigir personas». Existe una razón para ello: cuando la necesidad de poder es extraordinariamente alta, el autocontrol emocional suele ser bajo.
Otro conocido, Paul MacLean, desarrolla un modelo sobre el cerebro triúnico que resulta una guía muy útil y práctica con respecto a los fundamentos básicos. Él dice que el cerebro ha ido añadiendo capas a lo largo de la evolución que va desde los reptiles hasta el ser humano y por eso tenemos, en realidad, tres cerebros en lugar de uno, dispuestos en capas, unas encima de otras, correspondientes a una mayor fase evolutiva en nuestro desarrollo. El primer cerebro es el complejo-R, o cerebro reptil, que controla las emociones más primitivas, como la agresión, las jerarquías sociales, los rituales y la territorialidad. El segundo es el sistema límbico, que controla nuestras emociones de socialización, como la empatía, la compasión, la conciencia de uno mismo y la conciencia de grupo. Por último, el cerebro más nuevo y más complejo es el neocórtex, responsable de las funciones superiores, como el lenguaje, la visión, el razonamiento y la inhibición de las emociones. Las emociones, dice MacLean, se encuentran en todos los niveles. Con respecto al autocontrol emocional y a la pérdida (temporal) de él, ésta se produce cuando, por alguna razón, el neocórtex no logra inhibir las emociones. Como resultado, nuestra mente «cambia hacia nuestro engranaje más bajo», es decir, al cerebro reptil, que cobija las emociones más crudas, más primitivas, como la agresividad, la hostilidad y la territorialidad. Así pues, vemos que, esencialmente, el control de nuestras emociones significa evitar «reducirnos» a nuestro "cerebro reptil".
Ahora, cuales son los 5 claves para descubrir quienes son las personas adictas al poder:

QUERER GANAR SIEMPRE.
Una persona que siempre quiere ganar, es una persona demasiado competitiva.
Ser competitivo, en cierta forma, es bueno. La competencia hace que puedas conseguir mejores marcas y. también, mejores cosas.
Pero el problema se suscita cuando lo más importante para esa persona es ganar. El hecho de ganar, ganar y ganar, empieza a alejarlos de la gente. Emocionalmente, empieza a creer que las otras son menos que ella. Por supuesto, de un momento a otro, esa adicción al poder lo hará llegar a la cima, y muchas veces, en la cima del poder, se encuentran totalmente solos.

RODEARTE DE LACAYOS
Los adictos al poder eligen juntarse y rodearse de personas que tiene pocas expectativas de ellos mismos y que son dependientes. Esas personas son dependientes tanto en su forma de pensar, como la de sentir y hasta económicamente. Tienden al grado de mimetizarse. Esos dependientes, indudablemente, tienen su autoestima baja, entonces los puede dominar sin ningún tipo de inconvenientes. Si esa persona se rodea de lacayos, ellos, reafirmarán y reforzarán ese poder, en definitiva, ejerce el control sobre los mismos. Y, obviamente, tienen el instinto de seguirlos, justamente, por su autoestima baja. Vulgarmente, diría, son como sus borregos. Esto es un ejemplo de relación simbiótica donde cada uno obtiene lo que quiere. Pero, ojo al piojo, ni ellos son felices al estar siguiéndolos, porque, sinceramente, lo soportan. Soportan la odiosidad de que siempre los están haciendo de menos y, por el otro lado, los adictos al poder, creen que estas llenando un vacío. Y, a medida que pasa el tiempo, logran que ese vacío sea aún cada vez mayor.

INDIFERENCIA
Los adictos al poder son indiferentes. Son indiferentes, no tan solo a lo que piensa la gente, sino, incluso, a lo que esa gente pueda sentir. Típico de las personas narcisistas, su personalidad se caracteriza fundamentalmente por un estar completamente volcado sobre uno mismo, con una actitud en la que destaca la autoimportancia, el culto a uno mismo. Suelen ser personas con una gran tendencia a compararse con los demás y muy envidiosas. Les molestan los triunfos ajenos como si éstos desluciesen su imagen, dificultando el poder ejercer su fascinación sobre los otros. Necesitan ser constantemente admirados, para de este modo reafirmar la imagen idealizada que tienen sobre sí mismos. Si alguna vez se produce una crítica peyorativa o se hace manifiesto algún fracaso personal, intentan justificarlo mediante mentiras o complicadas racionalizaciones, quedando, pese a ello, profundamente afectados, ya que entonces ven amenazada su autoestima. Les produce rabia, vergüenza o humillación, poniendo de manifiesto un oculto sentimiento de inferioridad. Otros, por el contrario, reaccionan ante las críticas de los demás con una aparente frialdad e indiferencia. Estos adictos al poder narcisistas están tan pendientes de sí mismos que apenas se pueden dar cuenta de los intereses y deseos de los demás, de sus preocupaciones o necesidades, de prácticamente nada de lo que les ocurre a los otros, con los que son incapaces de establecer una comunicación recíproca, franca y sincera. Paradójicamente, esperan favores especiales de los demás, como si fuese algo que mereciesen porque sí, por tratarse de ellos, y a pesar de que ellos no asuman ni hayan nunca asumido, a su vez, obligaciones recíprocas.

PROTAGONISMO
Muy relacionado con lo anterior, estas personas solo quieren llamar la atención, sobre lo que están haciendo, minimizando la importancia de lo que hacen las demás personas que lo rodean. Los hacen a un lado. Estos adictos al protagonismo que hacen a un lado a todas las personas, terminan quedándose solos. Cuando una persona se va de su lado, como, por ejemplo, haber encontrado algo mejor donde trabajar o donde le paguen mejor, se hacen los superados, como que no les afecta. Pero cuando consigue un interlocutor válido, esa persona que se fue es la peor del mundo.

LOS EXCESOS
Las personalidades altamente adictas al poder suelen disfrutar de los excesos. Pero, por qué los excesos se vuelven excesos, porque de verdad nunca encuentran una satisfacción. ¿Y saben por qué no la encuentran? Porque esa necesidad, realmente, está en el interior. Nunca se satisfacen con nada, siempre quieren más y más. 


LA ADICCIÓN AL PODER ES ALGO MUY DELICADO. ES VERDAD QUE EL PODER NOS LLAMA LA ATENCIÓN A MUCHOS, PERO TAMBIÉN SE PUEDE VOLVER UNA TRAMPA. EL PODER EN MANOS DE PERSONAS EMOCIONALMENTE EN CONFLICTO, SUELE SER, PARA LOS DEMÁS, ALTAMENTE RIESGOSA Y UN PELIGRO INMINENTE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario